lunes, 23 de noviembre de 2015

jAMAs.

Amar en tiempos de odio es algo heroico, hazaña esta la de sentir en un mundo insensible. Despojar al amor de su significado más previsible, cursi, rancio, material, disfuncional y romántico.

Amamos por rebeldía, contra la hipocresía en demasía, amamos por encima de nuestras debilidades, a partes iguales o ponderadas dependiendo de dos enteros que se disfrazan de dos mitades, vamos, que el amor nos suele querer a pares. Amamos porque el amor es una de las pocas armas que pasa por el detector de metales, porque este se puede privar pero no privatizar y no lo verás jamás en manos de multinacionales. Amamos como morfina para paliar esta enfermedad terminal llamada "el día a día" para tener algo que llevarse a la boca cuando Sístole y Diástole mendigan. Amamos porque el corazón no se raciona ni se administra, no lo receta el médico, ni el homeópata, ni el fisioterapeuta, ni la psicóloga, ni el guardia, ni el policía, pero es que amar puede que sea el mejor placebo o la mejor medicina. Amamos sin amos, sin billetes, en carne viva, como un viaducto que te permite viajar por otra ruta alternativa a la rutina. Amamos sin idolatrar a falsos ídolos como la envidia. Amamos en vídeo, en carta, en móvil, en fotografía. Amamos en beso, en abrazo, en caricia, en soltería.

En esta vida hay dos tipos de personas, las que aman como estado y los que amamos como filosofía.

Los que lean esto y piensen que estoy hablando de amor ya sé en qué grupo están, yo soy de las que aman sin poseer, de las que entienden que el amor es sinónimo de poesía.